De vuelta a casa para quedarse

Muchos hemos sido los jóvenes que nos hemos tenido que desplazar hasta otras ciudades, o incluso países, para poder estudiar aquello que nos gustaba. En general, llegamos sin conocer a nadie a una ciudad absolutamente desconocida y distinta de la que procedemos.

Sin embargo, logramos crear una familia de personas como nosotros con los que compartimos nuestras penas y alegrías. Disfrutamos de tantos momentos juntos, de una independencia tan extraña, que pensamos que eso será así siempre pero todo acaba.

Un día sin saber muy bien cómo ha pasado tan rápido el tiempo, te estás graduando. Poco después te despides de esa familia que has creado allí con promesas de veros pronto, que por desgracia, nunca se cumplen porque la vida pone un punto y seguido y todo comienza de nuevo.

Volvemos a casa, con nuestros padres y hermanos, y nos damos cuenta de que aunque tu piso está en el mismo barrio, y todo aparentemente sigue igual, todo ha cambiado. Los amigos que dejaste cuando marchaste tienen sus vidas, y en ocasiones eso no te incluye, te das cuenta de que no encajas porque has construido tu vida con personas tan distintas y a la vez tan iguales a ti y que sientes la necesidad de volver a aquel lugar.

Pero esa experiencia maravillosa que es estudiar en otra ciudad, se acaba quedando en el corazón y un día sientes que aquella familia sigue ahí, las horas por skype se eternizan, las conversaciones surgen igual que antes, y además disfrutas de todo eso junto a la gente que quieres y en tu ciudad.

La vida da tantas vueltas que a esos de veintitantos, a veces nos marea, pero tenemos tantas ganas de vivir, de conseguir lo que queremos, de luchar, que todo cobra sentido estés donde estés.

 

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