¿Te has planteado alguna vez cómo sería el mundo si toda la gente que en él vive siguiera las directrices de tu propia mente? Supongo que sí, es algo que todos hemos hecho alguna vez. Quizá unos ahora mismo piensen que la sociedad mejoraría si así fuera, y puede que otros lo contrario. Pues bien, ambos grupos se equivocan.
Todas y cada una de las opiniones de las personas puede llegar a ser correcta. Sí, está bien, quizá no el cien por cien, dejemos de lado en esto a Hitler y a los yihadistas. Pero aún así debemos pensar en ellos para entender lo que intento plantearos. Si no tuviera sentido aquello que han ido diciendo durante los años, si no hubiera nada correcto en sus opiniones, no los habría seguido tanta gente. Y sí, estoy hablando de opiniones y no de filosofías. Porque, ¿no es acaso la filosofía una forma de convencer al otro de aquello mismo que tú sientes? En caso de que me equivocara rotundamente en esta afirmación, decidme, pues, por qué se estudia a diversos autores con métodos e ideas completamente dispares para aprender sobre la filosofía. Todos ellos buscaban la filosofía correcta, la forma de obrar correcta, y se encontraron con su reflejo, con sus propios pensamientos, que se encontraban al acecho. «Sócrates era un enfermo que transmitía su enfermedad mediante la dialéctica», dijo Nietzsche una vez; y no le faltaba razón, aunque quizá sí algo de certeza.
Los pensadores históricos se han dedicado a masacrarse los unos a los otros. Criticaba el mismo griego a sus predecesores, Descartes a los empiristas, Kant a los idealistas y el propio Nietzsche a todos ellos… y la lista contúa largo rato. Pues bien, a estos se los deja de considerar como filósofos y se los trata de pensadores, la misma RAE lo refleja con una de sus definiciones de «filosofía»: <<Sistema particular de entender la vida y todo lo relativo a ella>>. Así que, de misma forma que únicamente consideramos Ley Científica a una Teoría que se demuestra indiscutible, debería ser lo mismo con la Filosofía y la Opinión. Y, sin embargo, el estudio de estos autores ha condicionado muchas vidas y ha sacado a relucir a grandes genios como Freud o Arendt.
Así pues, estudiad filosofía, comprended aquello que afirman y creed lo que dicen. Pero nunca dejéis de lado vuestra opinión propia, no os subordinéis a aquello que expliquen en sus discursos. Porque, al fin y al cabo, la filosofía es una guerra constante entre las opiniones de los más formados.