Es impredecible saber qué hace años sentado en mi pupitre del instituto estaría enfrente de un genio de la fotografía. Todos conocen a Miguel Trillo por su famosa obra urbana de la movida madrileña y en sus múltiples idas y venidas por los hemisferios del planeta sin cesar de buscar el ultimo eslabón social sin fotografiar, pero yo no quiero escribir un artículo sobre sus grandes obras ni su momento como fotógrafo.
Yo quiero escribir. Yo quiero escribir sobre aquel hombre resistente a los criterios de un alumnado cutre, a ese hombre que entre libros y radiocasetes andaba los pasillos sin reposar sus ideas, a ese hombre que entre risas y llantos colmaba su fuerza en la enseñanza de unos críos que solo tratábamos de ligar con las más hermosas adolescentes y dispuestos sin duda alguna a desautorizar a Miguel, aquel hombre extraño que irrumpía en nuestra clase con sus bolígrafos de diez colores y sus canciones.
Entre grandes autores nos deleitaba sus clases, pero jamás tuve la oportunidad o el interés necesario por preguntarle si este trabajo le llenaba tanto como el de fotógrafo su hobbies más personal. Aun así entre puntos positivos luchábamos los alumnos por su atención, poemas y estrofas de tiramisú de limón culminaban los últimos minutos de su trabajo con nosotros.
Los días pasaban y Miguel con su extraña experiencia como maestro de lengua y literatura castellana hacía que todo fuere algo natural y espontaneo la poesía de un anciano, nada casual entre las demás asignaturas.
Me acorde de ti querido profesor tras ver en televisión tu numérica obra de costa este-oeste, magnifica y excelente sin duda, y sin embargo sigo sintiendo el deseo de hacerte esa pregunta que castiga con incidencias los matices de tu sueño.
Aquí os dejo la última entrevista que hizo para la promoción del ARTE:
https://www.youtube.com/watch?v=W-74SDER7KA&feature=youtu.be
Miguel Trillo es solamente Miguel Trillo, y jamás nadie sabrá quien es Miguel Trillo. Gran artista pero mejor profesor, créanme.