«Cuerpos dóciles»
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Si  hay libros por los que el tiempo no pasa, Comprender los medios de comunicación de Marshall McLuhan, es uno de ellos. No sólo no ha pasado su enorme actualidad, sino que anticipó la realidad que hay vivimos, pero claro, bien podríamos decir lo mismo de otros libros como la distopía de Un mundo feliz de Aldous Huxley o 1984 de George Orwell.


Tanto Huxley como McLuhan veían claro lo que ocurría ya en los años 30 del siglo XX, mientras que nosotros, ¿qué vemos en pleno siglo XXI? Bien poco.


Se ha hablado mucho del término «aldea global», pero casi nadie sabe que el primero que la utilizó fue McLuhan, y lo más importante, que previno sobre sus peligros. Nada que ver, desde luego, con lo que nos han contado.

McLuhan explica cómo tras unos tres mil años de explosión, entiéndase como «ampliación», «mediante tecnologías mecánicas y fragmentarias, el mundo actual ha entrado en implosión», es decir, se vuelve sobre sí mismo. Y si antes fue diverso, ahora resulta cada vez más uniforme.

Tanto Huxley como McLuhan veían claro lo que ocurría ya en los años 30 del siglo XX, mientras que nosotros, ¿qué vemos en pleno siglo XXI? Bien poco.

Pero, insistamos en lo que nos ocupa. Cuando Occidente se mira el ombligo, y se siente tan importante, hay que recordarle: ¿Qué Revolución Industrial habría sido posible sin la curiosidad de los primeros humanos, sin la matemática asiria, la griega, la egipcia; sin aquellas máquinas simples como la palanca, el plano inclinado, la rueda; los molinos hidráulicos y los de viento; el collarín para los caballos de tiro, el arado de hierro transversal, las herraduras, el estribo; los autómatas de vapor, griegos; la imprenta o estampación fija oriental que luego dio lugar a la imprenta de tipos móviles?

Jacques Derrida, el filósofo francés, decía que nunca acabaremos de «deconstruir» el etnocentrismo europeo, es decir, de desfijarlo, de moverlo del centro en que se ha consolidado.


Si  hay libros por los que el tiempo no pasa, Comprender los medios de comunicación de Marshall McLuhan, es uno de ellos.


McLuhan nos explica, además, y con detalle, que el «medio» es una extensión del hombre, y que el contenido del medio es otro medio. Así, en principio, dice, el contenido de la prensa escrita es la declaración literaria; el del libro, el discurso; el del cine, la novela. Es evidente que McLuhan habla de un tiempo que, en gran medida ya ha pasado; hoy, apenas se publican cuentos o poemas en los periódicos, algo muy común por aquellas fechas. Esos cuentos publicados en la prensa dieron de comer a muchos escritores norteamericanos, Bradbury, Philip K. Dick, Francis Scott Fitzgerald, sólo por nombrar algunos casos, hasta que lograron ocupar un lugar en la literatura.

Así, nos explica el profesor McLuhan, la rueda es la extensión de las piernas, el peine de la mano, la palabra escrita de la voz. El medio siempre es la extensión de algo que, a la vez, es muy nuestro.


Resulta interesante leer la obra de Ernest Renán, ¿Qué es una Nación? Ahí queda claramente explicada la cantidad de uniformidad y de violencia que fue necesaria aplicar para formar la nación francesa.


Pero, demos un pequeño rodeo para percibir lo que pasó históricamente con la homogeneización producida por el alfabetismo. De esa acción progresiva y general: surgieron dos hechos fundamentales, los Estados y los individuos, es decir, el sentimiento de individualidad, que antes se sostenía en los amplios grupos familiares y de labor, y para dichos procesos unificadores, muy importantes fueron, en el siglo XVII, las Gramáticas nacionales, que sirvieron para reunir el pensamiento de los diversos territorios.

La cultura dejó de ser solo para los que supieran latín o francés. Incluso, la Biblia, se tradujo por primera vez a lenguas nacionales. En este sentido, resulta interesante leer la obra de Ernest Renán, ¿Qué es una Nación? Ahí queda claramente explicada la cantidad de uniformidad y de violencia que fue necesaria aplicar para formar la nación francesa.

Podríamos multiplicar este ejemplo, y encontraríamos lo mismo en otros casos. Por otra parte, las culturas orales comenzaban a desaparecer al instituirse la educación obligatoria. Así, la abstracción más fría y visual, ganaba espacio al anterior contacto directo del grupo dentro de la tribu o la aldea; relación propia de las culturas orales.


No, la aldea global de la que alertó Marshall MacLuhan, no es la que nos contaron estos últimos años con el fin de instaurarla.


¿Qué murió con ese tiempo de relojes que disparaban segundos y minutos, y con esas letras que corrían nerviosas por los renglones intentado? Ocurrió, entre otras muchas cosas, que el tiempo antes cíclico, el verdadero tiempo de la vida natural; aún lo haría mucho más con la electricidad y las nuevas tecnologías, se perdió, mientras que la idea de «progreso» se definió por una especie de ilusoria línea recta, con cuento incorporado, y final feliz.

Lo que McLuhan quiere explicarnos es que primero contrajimos el espacio, por ejemplo, con la rueda, y luego con su aplicación técnica a diversos objetos. Estas ruedas eran como extensiones de las piernas, y permitieron a la humanidad ir más rápido. Hicimos algo similar con la fragmentación de los procesos del trabajo. Esto último no habría sido posible sin la alfabetización y un modo de tomar distancia con el ambiente y, sobre todo, con los propios sentimientos, ya que el artesano capaz de hacer antes un objeto en el que ponía parte de su personalidad, pasó a ser solo una mano de obra más junto a otros artesanos paran la confección de nuevos objetos en serie.

Hasta aquí todo muy sencillo. Y entonces, llega la «era electrónica», y la extensión ya no es como la de la rueda, la que ayuda a acortar el espacio, y también el tiempo, ahora la información se traslada al instante. Y esta extensión, esta nueva tecnología es una potente red nerviosa de nuestro cuerpo, pero en especial de nuestro cerebro (memoria), que nos une y rodea al mundo. El peligro que esto entraña, ya lo conocemos.


Pero si rescatables son todas las frases del autor, me quedo con esta: «el contenido de un medio es como el apetitoso trozo de carne que porta el ladrón para distraer al perro guardián de la mente».


A través de ella, personas o grupos pueden intentar atacar la red de información o manipularnos en diverso grado. De hecho, hoy, a través de las Redes Sociales, existe un amplio resumen sobre lo que pensamos, decimos, consumimos.

El autor no ve beneficio. Y eso, que no conoció estos últimos avances. Lo que nos han querido vender de una «aldea global», traducido como «globalización» o mejor «mundialización de la economía» es un retroceso al que deberían oponerse, y esto lo añado yo, en principio, los antropólogos, pues saben el empobrecimiento que esto significará para el futuro de la humanidad. De la riqueza de la diversidad de los distintos grupos (culturas, civilizaciones) con que hemos llegado hasta aquí, estaremos pasando a una uniformidad total y a una especie de «pensamiento único» integrador y deformante.

De este modo, aquella tecnología manuscrita que corrió por el papel, acabó siendo un código binario que rueda y rueda por el globo llevando información, mientras, lamentablemente, cada día se lee menos, la excelencia del lenguaje decae, y la televisión, un medio que McLuhan consideró como auditivo y táctil frente al visual de la lectura, absorbe por entero al individuo. En la televisión nos lo dan todo hecho. Es sólo sentarse y dejarse llevar. Se repiten los modelos de las series, de los programas de divertimento, de las películas. Casi molesta que algo sea distinto.


Harían bien en pensar que estoy dramatizando, pero lo que vio Marshall McLuhan, ¿cuántos lo percibimos hoy? Sin embargo, la televisión ocupa la cabecera de la mesa y  es el «pater familias» actual.


¿Escuchan ya los tambores de la tribu? ¿No? Pues deberían estar escuchándolos. ¿Qué dicen esos cuerpos tatuados que se ven por todas partes? Esas canciones de fraseo monótono y repetitivo, ¿a qué evocan? ¿Cómo tanta igualdad en un mundo que podría ser más diverso?

Harían bien en pensar que estoy dramatizando, pero lo que vio Marshall McLuhan, ¿cuántos lo percibimos hoy? Sin embargo, la televisión ocupa la cabecera de la mesa y  es el «pater familias» actual. Cada teléfono móvil, cada aplicación en este, es una constante llamada de atención desde el gran sistema nervioso del que formamos parte.

No, la aldea global de la que alertó Marshall MacLuhan, no es la que nos contaron estos últimos años con el fin de instaurarla. De hecho, hablaban mucho de «multiculturalismo» y de «trabajo». Por si nos quedasen dudas, el autor dejó escrito en su libro, las siguientes palabras: «Arquímides dijo una vez: “Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”.

Pero, hoy en día, aquel griego habría señalado nuestros medios electrónicos y habría dicho:  “Me apoyaré en vuestros ojos, oídos, cerebro y el mundo se moverá al paso que quiero marcar. Hemos alquilado esos “puntos de apoyo” a corporaciones internacionales». ¡Qué claro lo tenía este hombre! Y en un período propio del inicio de estos procesos.

Pero si rescatables son todas las frases del autor, me quedo con esta: «el contenido de un medio es como el apetitoso trozo de carne que porta el ladrón para distraer al perro guardián de la mente».

Casi parece superflua la pregunta: ¿Podremos defendernos?

Ref. obra: Comprender los medios de comunicación. Paidós, Barcelona, 1994.

Nota: Ref. palabras título, Michel Foucault

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