En una galaxia cercana a la nuestra, existía un planeta totalmente líquido que giraba en torno a una sola estrella.
Ambos, planeta y estrella se sentían solos, no tenían otros planetas ni otras estrellas cercanas con las que dialogar, a quién contar sus aventuras, sus alegrías y sus penas.
El planeta estaba habitado por seres marinos, había una gran biodiversidad ; todos disfrutaban de ese especial hábitat marino con temperaturas suaves producidas por el calor y la luz que les proporcionaba su estrella, sus aguas eran cristalinas, todos los seres marinos tenían cuidado de recoger lo que a veces los pequeños manchaban con sus juegos y les enseñaban a aprender a mantener su zona de juegos, limpia y cuidada.
Todos los seres marinos eran importantes, incluso los rebeldes tiburones, cada grupo tenía una actividad y obligación.
El grupo de las sirenas y los delfines se ocupaban de que todo funcionara correctamente.
Entre todas las sirenas había una especial, era demasiado curiosa y no se conformaba con su vida dentro del agua, quería saber que había en el exterior y sobre todo tenía curiosidad por conocer al astro, al que ella llamaba 🌞 que les proporcionaba la luz, el calor y la energía a las plantas y a los alimentos de los que se alimentaban
El 🌞 era una incógnita para ella, le parecía un animal grandioso, especial, luminoso… pero desconocía su cara, desconocía su forma, su cuerpo.
Siempre le dijeron que era peligroso sacar la cabeza para verlo porque brillaba tanto que podía quemar su piel.
Pero la curiosidad de la sirena fue más fuerte que su miedo y se arriesgó a sacar la cabeza fuera del agua y buscar al Sol, que no tardó en encontrarlo pues sus rayos brillaban tanto que iluminaban todo el planeta.
Fuera del agua, la luz era especial, todo era más hermoso, el agua reflejaba colores que la sirena no había visto antes y lo mejor es que el astro iluminaba pero no quemaba su piel.
El Sol, enseguida se dio cuenta que la sirena lo miraba asombrada y a él, le pasó lo mismo; sabía que dentro del agua había muchos seres vivos, pero nunca los había visto pues salían a la superficie por la noche, cuando él iluminaba el lado opuesto del planeta.
El Sol y la sirena se presentaron, se contaron su vida, sus aventuras, sus experiencias y tan entusiasmados estaban que llegó la noche y ambos tuvieron que volver a su rutina, el Sol a iluminar el lado oscuro del planeta y la sirena junto con otras compañeras siguió nadando en la oscuridad de la noche.
Al día siguiente volvieron a encontrarse, por fin tenían el amigo que estaban buscando, y el tiempo que pasaban juntos, no paraban de contar aventuras y hablar, y eso les hacía muy felices.
Pero transcurridos unos meses, la sirena fue observada por enemigos, tiburones, que envidiaban la alegría de la sirena.
Del mismo modo, las nubes, a las que molestaban los rayos del Sol, se pusieron de acuerdo y se colocaron juntas delante del 🌞, de manera que nublaron el Planeta.
La sirena, escapando de los tiburones intentó comunicarse con su amigo 🌞, pero era imposible, las nubes se lo impedían, de manera que triste volvió a su hogar en las profundidades del Mar.
Una amiga al verla tan triste, le contó que en tiempos pasados, una estrella de otra galaxia, que iluminaba otro planeta llamado Tierra, acompañó a tres Reyes que venían de Oriente a adorar a un niño que había nacido en un pesebre, era muy pobre, pero cuando se hizo mayor, fue el jefe de todos los seres humanos que habitaban el planeta Tierra. Todos los años en una época llamada Navidad, pasaba de nuevo alumbrando en su camino a esos Reyes, que volvían de Oriente para celebrar que aquel hombre, llamado Jesús, salvó a la humanidad de aquel planeta.
La sirena al escuchar atentamente el relato de su amiga, tuvo una idea.
Si quería volver a ver a su amigo el 🌞, tendría que pedirle a la estrella de Navidad que le cambiara su cuerpo, ella sería la estrella que iluminara a los Reyes Magos y la estrella, que ya estaba cansada de recorrer 2000 años el mismo camino, se convirtiera en una sirena y podría descansar y disfrutar de la belleza y la calma del Mar.
Y así fue, como los Reyes son magos, aceptaron el cambio, la sirena se convirtió en estrella fugaz y la estrella convertida en sirena, se introdujo en las aguas transparentes del planeta líquido.
A partir de aquel día, cada año, después de acompañar a los Reyes Magos en su camino a Belén, la sirena vuelve veloz a buscar a su amigo el Sol, por eso comentan que en aquél planeta líquido hay una época fría, porque la sirena, en forma de estrella ilumina a los Reyes en su viaje a Belén y el resto del año, el planeta líquido está totalmente iluminado porque los dos amigos, sirena convertida en estrella , junto a su amigo el Sol, brillan con su máximo esplendor.
Dedicado a los niños que creen en la magia de la Navidad y en la amistad.
Especialmente a mi nieto.
Ana García Díaz.