En esta crónica de viajes se hace un análisis de la visita realizada en el pasado mes de agosto a las provincias de Quebec y Ontario. El trayecto es similar al de 21 años atrás. Las observaciones actuales están tomadas de lo que se puede ver viajando por las autovías de las principales ciudades de las dos provincias canadienses, además de lo comprobado en museos, restaurantes, zonas de ocio y lugares de interés turístico, principalmente.
Cinco aspectos a destacar en este relato: En primer lugar, Canadá es un país en obras. No solo se renueva lo viejo sino que se construye obra nueva en las ciudades. Tanto en Montreal como en Toronto hay varios rascacielos a punto de ser culminados. En segundo lugar, la crisis golpeó a los más débiles. Hay pobres durmiendo al raso y gente pidiendo en las calles, cosa que no ocurría hace veinte años. En tercer lugar, el país sigue haciéndose asimismo, construyendo su propia historia, pero cada vez está más invadido por la cultura consumista y capitalista de los EEUU. Y en cuarto lugar, España sigue siendo un país inexistente para Canadá, igual que ocurría veinte años atrás.
En reconstrucción está el estadio olímpico de Montreal la torre inclinada, numerosos tramos de las autovías que unen las ciudades de Quebec, Ottawa, Montreal, Kingston y Toronto y el mismo edificio del Parlamento de Quebec, con una obra de ampliación en su fachada principal que es cuestionable.
Toronto se ha convertido en una selva urbana en el núcleo de rascacielos al lado del lago Ontario. El edificio del diario Toronto Star, que hace veinte años era la principal atracción entre las torres construidas a la orilla, hoy hay que sortear varios bloques de cemento y cristal que lo rodean por tierra, y lo hacen invisible hasta que se llega a sus inmediaciones.
No es solo un problema de alturas y de lucha por conquistar el cielo, es una construcción descontrolada y sin planificar lo más mínimo en la zona. No se tiene en cuenta calles ni avenidas y una serie de autopistas elevadas y sobre el terreno pueblan la zona a una altura considerable bordeando varios de los edificios, para dar salida al tráfico de la ciudad.
La crisis golpeó a las más débiles y vulnerables, sí. De dos maneras se observa esta consecuencia: por el deterioro de las vías públicas, que son de todos los ciudadanos y no se arreglan, no se limpian ni se cuidan como antes, y porque hay gente durmiendo al raso y pidiendo por la calle. Son pocos casos, pero los hay. Esto es muy significativo en un país que tenía el orgullo de no permitir la mendicidad porque decía que podía ofrecer un lugar para cada persona que residía allí.
El país sigue contando su corta historia, y 150 años de la constitución de Canadá como nación los cumplirá el año 2017, para lo que se organiza un gran evento en la capital federal, Ottawa.
Los turistas pueden escuchar el mismo relato en Quebec que en Montreal, en Ottawa que en Toronto. Un país grande, joven y unido, quejoso, y agradecido a la vez, a los dos países europeos que se han enfrentado por él: Inglaterra y Francia. A los dos siguen unidos con el bilingüismo que pretende ser equitativo y respetuoso con las dos culturas.
Esa unión que mantiene con Europa lo hace dependiente y a la vez diferente a sus vecinos del sur, pero el capitalismo es muy fuerte y destruye con el tiempo esos lazos. Con el tiempo se va pareciendo a EEUU y los rasgos europeos quedan como leyendas para entretener a los despistados.
Un país que era la cuna del medio ambiente, la alimentación sana y alternativa, vende en supermercados yogures con sabor a colonia sin opción de otros más saludables y la carencia de variedad de productos básicos se convierte en una cuestión inexplicable para el visitante. Para comer bien hay que pagar un precio de alto nivel de vida y no siempre se puede elegir de lo mejor, sino de entre lo posible y de baja calidad.
De España y de sus productos alimenticios de primera calidad, ni rastro en las tiendas. Los productos mediterráneos son de otros países como Italia y Grecia. Un sucedáneo de nuestro jamón serrano se vende bajo otras denominaciones y escasea por la gran demanda que tiene. El aceite de oliva es italiano y las aceitunas, griegas.
Desconocen nuestra cultura y la ignoran en exposiciones como la de Napoléon & Paris en el Museo Canadiense de la Historia en Ottawa. No se menciona la invasión napoleónica de España pero sí la de Austria.
En otra exposición en el mismo museo se ridiculiza el ansia de los descubridores españoles por encontrar “El Dorado” y comparan sus hazañas a la situación quijotesca de nuestros navegantes en general. La historia se contradice con el respeto y la admiración que muestran por el fundador de Quebec, Samuel de Champlain.
Hay una excepción reseñable en todo lo observado y, por lo que respecta a España y su idioma, se nota su crecimiento e implantación en zonas turísticas como Quebec. No solo hay una persona que atiende en nuestro idioma en la oficina de turismo, sino que el Parlamento de la provincia ofrece visitas guiadas en español con un nivel de conocimiento aceptable.
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