En 2019 se hizo público un escrito de José Eugenio Stout, cuyo título resultó
premonitorio “Crecimiento, desigualdad y pobreza en Panamá: una bomba de
tiempo de mecha corta” Decía Stout “No cabe la menor duda que se ha generado
mucha riqueza, al extremo que 115 panameños, que son el 0.3% de la población, detentan 16.000 millones de patrimonio, más que el Presupuesto de 2016 del gobierno de Costa Rica, que alcanza la suma de 14,500 millones. ( stout José, 2019) “…Panamá se sitúa, según la CEPAL, como el segundo país con peor distribución de la riqueza en América Latina, y según el índice Gini nos encontramos dentro de los 20 países de peor distribución de la misma en el mundo”
La pandemia, los atascos en la cadena de suministros, el aumento del petróleo
provocado por las suicidas sanciones contra Rusia, son desencadenantes más no factores causales de la explosión social que presagiaba el citado analista. Estos
eventos lo que han hecho es acelerar y develar una situación social preexistente. La magnitud de las protestas debe medirse más por los actores espontáneos, que por
los organizados pues, revela un estado de desesperación y rabia popular.
Para una minoría pensante, no contaminada por el discurso que promueven los grupos económicos a través de sus oligopolios mediáticos, el problema estriba en el agotamiento de un modelo de crecimiento excluyente, concentrador de la riqueza y
generador de desigualdad social. A mi juicio, el problema no estriba en el modelo
de crecimiento que ha demostrado ser generador de riqueza, sino en la forma en
que se articulan las relaciones sociales de poder. Apenas bajó del avión dijo Pepe
Mujica: : “Los panameños han sido exitosos en explotar sus posibilidades y
eficientes para crear riqueza, toca ahora que encuentren como mejor distribuirlas.”
Con Martín Torrijos se inicia un proceso de crecimiento y a la par, un esfuerzo de
los gobiernos que le suceden por subsidiar a la población dado los efectos de la
concentración de capitales y la inequidad resultante. Si bien este esfuerzo se reflejó
en indicadores sociales positivos no fue capaz de aminorar la brecha, cada vez
mayor, de la desigualdad. En el fondo los subsidios resultaron una forma de
subsidiar los capitales oligopólicos. Lo que se agota no es el modelo de crecimiento
sino una forma estatal que se materializa promoviendo la riqueza concentrada
intentando, a la vez, minimizar sus efectos.
Parodiando a Zavaleta Mercado, se trata entonces de la forma o ecuación social
específica que asume el conjunto de relaciones entre el estado, el capital y los
diversos sectores sociales. En esa ecuación, el estado panameño se convirtió en un estado benefactor aparente cada vez más comprometido en subsidiar la pobreza sin tomar decisiones redistributivas que el capitalismo permite y son aplicadas por los estados modernos.
Las medidas del gobierno del presidente Cortizo son el mejor ejemplo, mostrándose
incapaz de enfrentar el oligopolio de los medicamentos y aumentando las ganancias de los distribuidores de combustible a costa de poner al rojo las finanzas públicas.
De lo que se trata es de poner en cintura a los grandes capitales y sus oligopolios.
No se trata de ninguna revolución del siglo XXI sino, utilizando un término del
chileno Pizarro Hofer: Disciplinar al gran capital.
En primer lugar habrá que erradicar, sin contemplaciones, los abusos a los
consumidores por parte de empresas de servicios y grandes cadenas del retail, así
como las colusiones de precios y los acuerdos oligopólicos entre empresas
productoras de bienes y servicios, en la banca y en el comercio. 2-Es urgente una
reforma fiscal progresiva y una política intransigente con la evasión fiscal así como, terminar con exoneraciones innecesarias a las inversiones de los grandes capitales.
El cuarto punto que propongo es crucial para la vigencia de la democracia. Si
sintonizamos un canal de televisión nacional la culpa de todos los males reside en la
Asamblea Nacional y para muchos panameños así es. Esa es la ventaja de los
grandes capitales, su capacidad de imponer la verdad mediática. Los grandes
capitales que controlan actividades productivas, distribución y venta, energía,
servicios, transporte, banca y finanzas no deberían controlar, al mismo tiempo,
medios de comunicación. A decir de Hofer: “Cuando un pequeño número de
grandes empresas controlan los medios, se favorecen intereses económicos
particulares, lo que daña el papel democrático de los medios de comunicación.”
Guillermo Benítez Osorio
Profesor del Departamento de Derecho Social de la Facultad de Derecho de la Universidad De Panamá.