Confirmado ¡Fidel VIVE!
Fuente: http://www.diariocristianoweb.com/

Un cielo particularmente gris acompañó el día más triste de esta isla: la madrugada en la que cada cubano que escuchó la noticia desterró el sueño de su rutina diaria; la noche en la que un militar, con lágrimas en los ojos, comunicó al pueblo la dolorosa perdida; el día que un caimán verdeolivo estremeció con su llanto a todo el continente.

El silencio más profundo recorrió cada rincón de esta tierra; el cielo triste se sumó al luto de todo un pueblo y quizás compartió sus lágrimas sobre las frías estructuras indiferentes al dolor humano.

¿Cómo no llorar, si su firme bota no volverá a pisar las calles nuevamente?

¿Cómo no volver el rostro para contemplar su imagen perpetua, inmortalizada en un niño, en un campesino, en un medico, en una mujer?

¿Cómo entender que se ha ido, que ha emprendido un largo viaje?

¿Cómo continuar en el sendero, tras la sombra del gigante, si se ha perdido la figura que cabalga contra los molinos, se ha perdido el estandarte?

¡Pero Fidel VIVE! Me lo ha asegurado el pueblo, me lo confirman sus detractores.

No podía morir aquel titán entre dos siglos, que abrió las puertas a la libertad para hacer realidad los sueños de una generación, que despertó a todo un país con el grito del Moncada y predicó la doctrina de los humildes, con los humildes y para los humildes.

Un símbolo que alumbró a todo el continente, y al que muchos líderes se acercaron atraídos por su inagotable luz. Uno de ellos, Hugo Chávez Frías, el mejor amigo de Cuba, lo catalogaría como «El Quijote de La Habana» y fiel a su legado, y a su entrañable amistad, haría el juramento eterno de esperarlo en la eternidad.

No pudo el terror más frio derrumbar su escudo, ni las escaramuzas enemigas burlar su inteligencia. ¡Cosas del azahar! Allí, frente al pueblo enardecido empuñaba el honor, y el águila imperial se eclipsaba ante su voz.

Como una premonición o un destello del destino, sus palabras hoy cobran sentido para todos, cuando desde aquella tribuna, en el 7mo Congreso del Partido, lo escucháramos por última vez. «Pronto deberé cumplir 90 años; nunca se me había ocurrido tal idea y nunca fue fruto de un esfuerzo, fue capricho del azahar. Pronto seré ya como todo lo demás; a todos nos llegará nuestro turno. Pero quedarán las ideas de los comunistas cubanos (…) Tal vez sea de las últimas veces que hable en esta sala.»

Cuentan que su vida fue diferente a todo lo que hemos visto, cargada también de optimismo, y que no vacilo en su visión de futuro. No ha muerto, ha zarpado en el Granma de la Inmortalidad. No hay adiós definitivo, porque se levanta en cada rincón donde pronuncien su nombre, porque su sonrisa que proyecta confianza aun transita por las calles que un día abrigaron la Caravana de la Libertad, porque aquel rubí jamás volverá a adornar otro traje de batalla mientras la memoria de un pueblo se conserve intacta en esta generación, y en la siguiente, por los siglos de los siglos.

A mi memoria las palabras del escritor francés Claude Roy: « La grandeza no se mide en kilómetros cuadrados de superficie, en toneladas de acero. El mundo entero asocia desde hace años la idea de grandeza de un pequeño país habitado por un gran pueblo: Cuba, al hombre que encarna la Revolución Cubana: Fidel Castro.«

Este país seguirá levantando sus voces para reconocer al hombre y su leyenda, porque EL nació del pueblo y en medio del pueblo permanece.

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