Después de ver Perdida, seguro que más de uno y más de una ya no desea tanto casarse. Es una historia que borra de la cabeza la imagen de ese recorrido glorioso, por el pasillo de la iglesia, o por la sala de un juzgado, con la música nupcial de fondo augurando la vida en blanco, esa vida perfecta de las parejas de las películas americanas.
Perdida es una adaptación de la novela del mismo nombre de Gillian Flynn, una escritora estadounidense nacida en Kansas. Crea la historia de una pareja, Nick y Amy, que se ama al principio, pero después, en el transcurso de su vida juntos, el matrimonio no resulta ser tan maravilloso.
Los dos son escritores, y mientras se enamoran se construyen un amor con palabras románticas, con detalles ingeniosos, se besan entre el azúcar, hacen el amor en una librería, son una pareja envidiable. Una pareja de cine. Son la felicidad. Esa que a todo el mundo le gustaría tener. Pero un día Amy (Rosamund Pike) desaparece. Esta perdida. Y empieza la inquietud de la incertidumbre, ¿dónde está Amy?, ¿él la ha matado?, ¿se ha suicidado?, ¿la han secuestrado?, ¿era su matrimonio una tragedia?, ¿el sueño de amor del principio se convirtió en una pesadilla?, ¿está muerta Amy?, ¿hay un psicópata?, ¿Qué está pasando? El espectador se pregunta, desconfía de Nick (Ben Affleck), de su hermana, de la policía, de un antiguo ex novio, de todo el mundo.
El diario de ella narra su vida de pareja y lleva al espectador desde sus detalles dulces de amor a su más angustiosa sensación de mujer casada. Nos va haciendo ver como las apariencias engañan, y el amor se acaba, el dolor se puede convertir en venganza. Misterio y sorpresas. Giros inesperados, que nos van acercando poco a poco, a la verdad. Es una historia extraordinaria.
Las cosas a veces no nos cuadran, no las entendemos, pensamos que no son creíbles. Pero en ocasiones, son ciertas. Truman capote dijo “Que una cosa sea verdad no significa que sea convincente, ni en la vida, ni en el arte”.