¿A cuántos nos gusta ver exposiciones fotográficas? Seguro que a muchos, pero si os pregunto cuántos tenemos interés sobre las guerras y las fotografías de guerra, el porcentaje seguramente se reduce. En los países donde los conflictos bélicos han dejado de ser los protagonistas, el interés por ellos se ha reducido y no son conscientes que actualmente sigue habiendo países donde viven en conflicto constante. Actualmente preferimos los programas de televisión, los libros u otro tipo de actividad lucrativa, que dar importancia a imágenes de hace más de 40 años y que además están en blanco y negro. Pero, no somos conscientes de todo lo que se puede esconder detrás de cada imagen; una mirada, un gesto, una historia entera, personas, paisajes, etc. Sí, todo esto se puede encontrar en un trocito de papel. Un papel donde hay una historia escondida que va más allá de las guerras y de la que encontramos en los aburridos libros de texto. Seguro que habéis oído hablar de la Maleta Mejicana, una maleta que contenía negativos fotográficos de Robert Capa, un hombre que arriesgo la vida para conseguir lo que llamamos una “buena foto”. Pero no solo puso en peligro su vida, sino que sacrificó muchas más cosas como el amor.
Negativos que han dejado huella, retratos que muestran la realidad de las guerras, imágenes reales y no retocadas, personas que vivieron un pasado cruel y acechado por la muerte, fotógrafos que arriesgaron sus vidas para el resto del mundo, la crueldad de la guerra gravada en forma de imágenes que perduraran para siempre, pero sobre todo, historias de amor bajo las bombas y no bajo las estrellas.
Los protagonistas de esta historia de amor son Robert Capa y Gerda Taro, dos nombres que desde 2007 escuchamos hablar gracias a un gran descubrimiento, una maleta llena de negativos que contenían imágenes tomadas durante distintos conflictos bélicos, la llamada Maleta Mejicana[1]. Gracias a este descubrimiento estos dos fotógrafos de gran reputación en su época, se han dado a conocer en la nuestra. Sobre todo sus reportajes, catalogados de arriesgados e impecables. Desde que esta maleta salió a la luz se ha hablado de sus fotografías y su trabajo, pero a veces parece que no nos demos cuenta que detrás de estas imágenes escalofriantes sobre guerras, hay dos personas con una vida y una historia propia. ¿Pero qué sabemos de sus vidas? ¿De su historia más allá de socios y amigos? ¿Cómo podían vivir su relación sabiendo que cada vez que se levantaban quizá era la última que se podían decir “te amo”?
Capa y Taro fueron dos personas con una vida poco corriente. Como todas las historias, la suya también tuvo un inicio, que en comparación a toda su trayectoria fotográfica, fue muy casual. La pasión por la fotografía de André Friedman, nombre original de Robert Capa, empezó gracias a una vecina de su ciudad, Eva Besnyo, que poco a poco lo fue introduciendo en este arte. Friedman era judío y vivía en Hungría, pero en la época nazi, se vio obligado a trasladarse en Paris, donde le encargaron hacer las imágenes para un folleto publicitario de una aseguradora de vida. Durante el periodo de selección de las modelos, estando sentado en una cafetería de Paris, vio una joven que le llamó la atención, Ruth Cerf. Él se le acercó e intento convencerla para que le hiciera de modelo en el parque Montparnasse. Friedman era un hombre que tenía claro lo que quería y siempre conseguía sus objetivos. Cerf aceptó con desconfianza. El día de la sesión fotográfica la joven se presentó con una amiga, Gerda Pohorylle, nombre original de Gerda Taro, también judía y exiliada en Paris. En muchos artículos y reportajes se ha elogiado a la joven remarcando que trasmitía seguridad, elegancia y simpatía con su sonrisa. Friedman captó estas cualidades desde el primer momento que la vio, y a partir de ahí empezó su relación.
Friedman le enseñó a Pohorylle todos sus conocimientos de fotografía. Desde entonces, el sueño de ambos era poder crear su propio estudio de fotografía a la ciudad de Paris, y así, poder trabajar en su vocación y pasión. Pero los años 30 eran tiempos difíciles, tiempos de cambio y revolución, tiempos de transición[2]… Todo esto provocó que las cosas no salieran como ellos esperaban. Tenían que encontrar la manera de cambiar su destino, para construir una relación sólida y hacer sus sueños realidad. Es en este momento cuando aparece el conocido Robert Capa, un personaje que se creó mediante la imaginación de los dos jóvenes.
El personaje de Robert Capa representaba un reputado fotógrafo llegado de los Estados Unidos para trabajar en Europa. Este fotógrafo tenía tanta fama y era tan conocido que vendía sus fotografías a través de sus representantes, André Friedman y Gerda Pohorylle. De esta manera, las fotografías de los dos jóvenes se dieron a conocer. Al ver que el nombre de Robert Capa tuvo éxito, Pohorylle se inventó el nombre de Gerda Taro. Así que los dos firmaban sus trabajos con estos nombres falsos, estos son los que se han conocido a través de la Maleta Mejicana.
La vida les empezaba a “sonreír”, su relación era sólida, las cosas les iban bien, pero siempre aparecen pequeños contratiempos que hacen que esta felicidad se vuelva inexistente. 1936, la Guerra Civil Española estalla, este hecho, marcó decisivamente el futuro de la joven pareja. Justo después de que se iniciara el conflicto, la revista Vu de Paris les encargó que cubrieran esta guerra mediante reportajes fotográficos.
Durante el conflicto extrajeron gran cantidad de retratos que mostraban la vulnerabilidad de las víctimas y la inhumanidad de aquellos que lanzaban las bombas, conducían tanques y no tenían miedo a pulsar el gatillo. Es necesario destacar que en este periodo fue cuando hubo distanciamiento entre los dos jóvenes fotógrafos. Por eso se dice que los negativos encontrados dentro de la maleta estaban divididos en tres partes: imágenes solo de Capa, solo de Taro i solo de David Seymour (Chim)[3]. De Capa destacan imágenes de edificios en ruinas en Madrid, la Batalla de Teruel y del Segre, movilizaciones que hubo en Tarragona y Barcelona, campos de refugiados, entre muchas otras. De Chim se ha encontrado una imagen que marcó mucho su trayectoria, una mujer dando el pecho a su hijo en medio de la nada, y muchos retratos de Dolores Ibárruri (La Pasionaria). Y de Taro destacan imágenes sobre la instrucción del nuevo Ejército Popular a Valencia, del puerto de Navacerrada, entre muchas otras.
Todas las imágenes hechas a través de sus cámaras no reflejaban solo la cruda realidad de lo que estaba sucediendo en aquellas ciudades acechadas por el conflicto, sino, también, mostraban la manera de ser de los que pulsaban el disparador. A través del objetivo de una cámara demostraban que eran humanitarios, arriesgados, pero sobre todo, querían mostrar al mundo que había víctimas, personas que necesitaban ayuda y que eran invisibles a ojos de aquellos que no les importaba hacerles daño.
Siempre se ha dicho que un fotógrafo no sale nunca retratado, pero no era el caso de Capa y Taro. A finales del 35 en Paris, Fred Stein[4] se dedicó a fotografiar a la pareja. Encontramos dos carretes llenos de imágenes de la relación que mantuvieron los fotógrafos antes que la Guerra Civil Española los distanciara. Las imágenes que más destacan es una de Gerda Taro escribiendo a máquina, una de los dos jóvenes en un café, y después, en otro carrete encontramos las de un viaje que hizo Capa a Bélgica en mayo de 1939.
La relación de Robert Capa y Gerda Taro fue complicada, ninguno de los dos quería renunciar a su pasión y vocación, que Taro adoptó gracias a Capa. Como se ha dicho anteriormente, desde la Guerra Civil Española la pareja vivió distanciada, cada uno escogía su camino, escogía su batalla, escogía aquello que lo motivaba, i en aquel momento, estar juntos y unidos no era su prioridad. Taro, en 1937, decidió ir a cubrir la batalla de Brunete, en ese lugar tuvo la oportunidad de trabajar con soldados republicanos. Pero un golpe del destino hizo que aquel fuera el último viaje de la reconocida fotógrafa. Durante un trayecto en coche, unos aviones enemigos que volaban demasiado bajo, generaron el pánico, y Taro, en salir del coche fue atropellada por un tanque. Entre el 25 y 26 de octubre de 1937, con 26 años, murió en el hospital El Goloso del Escorial.
Robert Capa siguió su camino como fotógrafo de conflictos bélicos; cubrió el periodo entre guerras, la Segunda Guerra Mundial en Italia, Francia y Alemania, pudo estar en Tel Aviv cuando se hizo la declaración oficial de la Fundación del Estado de Israel, a Japón haciendo un reportaje sobre las costumbres del país, entre otras. En 1954 durante su paso por Indochina le propusieron trabajar en la revista Life para sustituir a otro fotógrafo en Vietnam. Cuando aceptó, lo que no se imaginaba Capa es que aquella sería la última vez que cubriría un conflicto. El 25 de mayo de ese mismo año, mientras acompañaba el ejército francés a una expedición a Thai Binh, dijo “hola” a la muerte al pisar una mina. Años y años de sentir y ver bombas caer del cielo, años donde el miedo no era una debilidad si no un compañero, años de lucha para mostrar al mundo lo que sucedía, finalizaron con una simple pisada.
Una vida marcada por los horrores de la guerra, una vida que muchos hubieran dado el alma al diablo para cambiarla, una vida marcada por el amor, pero también por el distanciamiento y la soledad, una vida mirada a través de un objetivo, dos fotógrafos que murieron felices haciendo su trabajo y que cumplieron las palabras de Robert Capa: “Si tu fotografía no es lo suficientemente buena, es que no te has acercado suficiente al objetivo”.
[1] Llegaron al International Center of Photography tres cajas de cartón. Estas se conocen con el nombre de Maleta Mejicana, y contenían los míticos negativos de Robert Capa sobre la Guerra Civil Española.
[2] Época en que hubo la proclamación de la Segunda República Española (1931), Guerra Civil Española (1936-39), empieza la dictadura de Franco (1939) y estalla la Segunda Guerra Mundial (1939).
[3] David Seymour i Robert Capa van fundar amb dos companys més al 1934 una agència de fotografia, Magnum Photos, que en l’actualitat segueix funcionant.
[4] Fue un fotógrafo reconocido, después de haber huido de Alemania por la amenaza nazi, se dedicó a fotografiar las calles de París y Nueva York.