“Algunas operaciones las hemos llamado de ‘paz’ aunque sabíamos que no lo eran”, teniente coronel Juan Bustamante

Esta mañana se celebraba el IX Seminario  de Fuerzas Armadas y medios de Comunicación en Madrid. El acto ha sido organizado por INCIPE (Instituto de Cuestiones Internacionales y Política Exterior) y ha contado con la presencia de profesionales del ejército y periodistas. La jornada ha estado marcada por el debate sobre las políticas de comunicación  seguidas por el Ministerio de Defensa español, así como por el tipo de trabajo que los periodistas asumen bajo esas políticas.

Los debates han dejado claro la falta de confianza que las fuerzas armadas tienen en los periodistas. Luis Solana, Vicepresidente de Incipe, ha comentado que un periodista se suele acercar a un militar para conseguir una “escandalera”. “Yo creo que no voy buscando escandaleras”, ha contestado Mónica Bernabé, periodista freelance que ha sido corresponsal en Afganistán durante 7 años. Ella y Gervasio Sánchez, han sido dos de los periodistas que han dado su punto de vista como corresponsales de guerra en la primera mesa redonda del seminario.

La comparación con la política de comunicación del ejército americano ha sido continua. Bernabé ha explicado como durante sus años de corresponsal pudo entrar como periodista acreditada en todas las bases militares excepto en la española, la cual permitió visitas guiadas a partir de 2012. Tanto Bernabé como Sánchez han coincidido en afirmar que los empotramientos (acompañamiento de una unidad militar) permiten al periodista tener acceso a una parte de la historia. A esta hay que añadirle el conocimiento del contexto de la guerra, tanto el de civiles como el de los ejércitos internacionales que están en el país. El principal problema surge cuando no hay comunicación por parte de las fuerzas armadas. A pesar de que según Jorge Bonal, jefe del Departamento de Comunicación del Gabinete del JEME, el Ministerio de Defensa tiene una política y plan de comunicación, no existe una relación directa con los medios de comunicación españoles. Desde el punto de vista del teniente coronel Juan Bustamente, esto hace que cuando aparece una información negativa sobre las fuerzas armadas se produzca una generalización y se adquiera una imagen despectiva. Podemos recordar los vídeos de militares españoles sometiendo a prisioneros afganos a vejaciones. Por ejemplos como este Bustamante reconoce que “deberíamos tener una tendencia a contar lo positivo”.

“Algunas operaciones las hemos llamado de ‘paz’ aunque sabíamos que no lo eran”, teniente coronel Juan Bustamante
De izquierda a derecha: Ramón Lobo, Jorge Bonal, Luis Solana y Juan Bustamante, durante la segunda mesa redonda “La información en las guerras del siglo XXI”.

El seminario ha abierto la puerta a la cuestión de la opinión pública. Según el último estudio del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas), la imagen de las fuerzas armadas ha mejorado, mientras que la de los periodistas ha empeorado. A pesar de estos datos, Bustamante ha sido uno de los asistentes que ha reconocido que la información militar tiene un gran impacto moral en la sociedad española. Por ello, el Ministerio de Defensa ha ejercido y ejerce un gran control sobre la comunicación de estas informaciones. Un claro ejemplo, puesto por los corresponsales en la guerra de Afganistán, fue como las comunicaciones oficiales del Gobierno tildaban de “misiones de paz” a lo que los propios militares y periodistas sabían que era claramente una guerra. En esta línea Ramón Lobo, periodista y colaborador de El Periódico, ha comentado que han ido a las guerras con “eufemismos”. Según Lobo el Ministerio de Defensa no le dejó acompañar a las tropas en una intervención en Grecia que consistía en colaborar con los helénicos en la extinción de unos fuegos. Esto que es supuestamente algo bueno, no se dio a conocer. “Aunque las informaciones fueran positivas molestaban”, aclara Lobo. La mayoría de los asistentes, sobre todo los y las periodistas, han coincidido en que las directrices del ministerio se contraponen, en muchas ocasiones, a lo que las fuerzas armadas en terreno opinan.

Los militares asistentes han querido hacer hincapié en los avances. La propia Mónica Bernabé ha afirmado que desde 2012 se han permitido esas visitas guiadas, pero que no sirven para conocer lo que realmente está ocurriendo. Según Bernabé, “lo importante es observar, escuchar los comentarios de los militares”. Y para ello, los propios militares tienen que acostumbrarse a la presencia de los periodistas.

En muchas ocasiones, quizá también influídas por el hecho de ser una periodista mujer, Bernabé se ha tenido que enfrentar al “absurdo paternalismo del Ministerio de Defensa”. “Tonta no soy, sé donde estoy”, les respondía Bernabé cuando le informaban del peligro que corría al acompañar a los militares. Sin embargo, el ministerio no se preocupó de su seguridad al negarle hacer empotramientos con las fuerzas españolas. Bernabé ha comentado que duda mucho de la existencia si quiera de un protocolo de empotramientos mientras que ella tuvo que firmar el americano que cuenta con 22 páginas.

Diferencias con los americanos o no aquí queda otra asignatura pendiente para nuestros gobiernos. Independientemente del color, la ciudadanía financia a unas fuerzas armadas que no conoce. A parte de la sensibilidad y los estereotipos de protección y de seguridad hay un gran vacío de información con respecto a enemigos, misiones, objetivos, etc. Por ello en muchas ocasiones son los medios los que terminan calificando una guerra como justa o injusta, mientras que nuestro Gobierno permanece enviando tropas sin dar explicaciones reales. Luego criticarán el papel de periodistas que arriesgan su vida, al igual que los militares, y que publican un hecho quizá negativo.

La única conclusión viable es abrir la vera a la información, sin cortapisas y estando seguros de las políticas de defensa que se toman. Porque como ha afirmado Ramón Lobo, los americanos “no tienen vergüenza de lo que hacen”, o de afirmar quienes son sus enemigos y aliados. España no es Estados Unidos, ni sus fuerzas armadas ni sus periodistas, ni la relación entre ambos. Pero la continuidad de comportamientos tradicionales es una alternativa equívoca si se quiere respetar el derecho de información de la ciudadanía así como garantizar la seguridad de los corresponsales en zonas de guerra.

 

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