Por Martín Legonía
Caracas, Venezuela. Recientemente pude apreciar la película “Mucho ruido y pocas nueces”. Es una adaptación de la comedia homónima de William Shakespeare, la cual se centra en el amor y en el daño que puede llegar a ocasionársele por culpa de los malentendidos o por la traición; pero dicho tema, a pesar de estar tan bien trabajado, no fue lo que me llamó la atención de la película, sino la forma en como se expresaban las personas de 1600 y como gracias a ese gran compendio de palabras se expresaban sentimientos que hoy en día son demostrados con regalos caros.
Es triste pensar como hemos perdido el poder de deleitar masas con la gracia de expresarnos, y dicha gracia es lo que más llama la atención en esta cinta. Aunque el tema tiende a ser un poco banal, la forma en como los actores llegan a interpretar a personajes de esa época, es por mucho a la forma en como lo hacían en aquellos tiempos, donde el lenguaje era una de las armas más fuertes que existían. Es irónico pensar que en esos tiempos de cortesanos, condes y doncellas, el valor, el respeto, el coraje y las calumnias eran el pan de cada día y donde las disputas realizadas entre caballeros eran hechas por ganar o limpiar el honor de su persona.
Aunque nuestra sociedad ha avanzado en las comunicaciones, duele saber que como personas no hemos avanzado en ellas, en donde las reuniones familiares, citas, fiestas y el día a día nos comunicamos mediante celulares y redes sociales, perdiendo la manera en como tratamos a las personas cara a cara. La prueba más tangible de esta situación se da cuando quitamos esas barreras tecnológicas y no sabemos que decir o hacer frente a esa persona que tenemos al lado haciendo que la inseguridad invada el cuerpo de esa persona.
No menosprecio la tecnología, pero la misma no nos servirá de nada si no sabemos como tratarnos como seres humanos pensantes que somos. Tan solo si abandonáramos ese gran ciber-escudo al cual estamos tan apegados sabríamos que nuestra sociedad está en una decadencia total y que hoy en día es mas fácil escribir en 140 caracteres que hablar con una persona.
como siempre Martin tocando la fibra de la emoción, muy buena reflexión