Y poco a poco, step by step, Spain sigue palmando trabajadores cualificados. Sólo en un pequeñísimo círculo en la ciudad con más paro de Alemania me encuentro con un máster and commander de empresariales, viviendo con una gran filóloga catalana. También hay una gran cocinera fan de Arguiñano titulada en turismo, un ADE más espabilao que el Correcaminos, un jefazo de la restauración y hostelería y finalmente un ingeniero en obras públicas con dos másters. No contento con ello es campeón de matemáticas de su comunidad autónoma, habla alemán, inglés y de lo modesto que es igual sabe también hablar el idioma autóctono de la Gomera, el de los silbidos, pero no nos lo dice. Saliendo del círculo y pensando en lo que hay por ahí, me viene a la cabeza una comunicadora audiovisual con más imaginación que el administrador de Postureo en Brasil; otra en Inglaterra; una doblemente ingeniera en Ciudad de México ganándose la vida como puede; otros dos como ella en Suecia; un crack de los grandes ADE con máster en Londres con una beca que por lo que tengo entendido es realmente jodido conseguirla…y si sigo no paro. Y poco a poco, vamos siendo más.
Mañana se presenta aquí un informático con experiencia laboral y con una entrevista bajo el brazo, muy pro también…y el sábado llega una maravillosa arquitecta a buscarse la vida como muchos muchísimos españoles que nos sentimos menospreciados por un gobierno/tirano que ha decidido que exportar mano de obra cualificada es más beneficioso que darle motivos reales para producir en el país de origen. Esa inversión mejor la reparte entre familiares, amigos, colegas, empresas fraudulentas, etc.
Pasa el tiempo, la gente sigue yéndose y al final esos cientos de miles de estudiantes que se vienen por la necesidad de comer resulta que enriquecen en un X% el PIB. Como decía mi santa madre: «la paciencia es una virtud de la cual (me decía que yo, pero extrapolo) el político español carece». El problema no es que carezcan de ella, sino de una serie de principios que deberían ser indispensables para que te den el poder de decidir por encima de cincuenta millones de personas.
De nano era (y sigo) siendo un cazurro en entender cierto tipo de cosas; espero que cuando los niños pasen hambre y vean en la tele los viajes y estilo de vida de los Rajoy, Rubalcaba, Rosa Díez, etc. se den cuenta de lo que es la globalización sin necesidad de que se lo repitan quince veces en el cole. Como la necesidad al final no agudice el ingenio, prepárense señoras y señores para ver un setenta y pico % de paro en jóvenes, más que Grecia, de aquí a pocos años.
No ha habido guerra pero hay dictadura, con la consiguiente prostitución de los derechos fundamentales del ciudadano. No te disparan a la cabeza, pero te dejan sin casa y sin dinero para vivir bajo un techo. Tampoco para comer. Y quien puede potenciar el crecimiento, se va a currar fuera por pura necesidad emocional/intelectual/física. Yo al final no veo la diferencia, no sé.
Finalmente, como nos enseña el gran Ignatius Reilly y puntualizado por los Chikos del Maíz: «Hay que ser idealista, sin olvidar que todos tenemos un precio». Lástima que los haya también que sólo tienen precio y no ideales. La falta de inquietudes, la gran lacra. RIP.