¿A qué jugamos?

Recientemente he tenido el dudoso honor de asistir de cerca a un proceso de selección de profesores universitarios. No diré donde ni en qué materias, aunque tal vez debería. Igual así se le cae la cara de vergüenza a más de uno, aunque sería una sorpresa mayúscula.

El caso es que todo este proceso me ha sorprendido de principio a fin. Voy a ir por partes para que todo quede bien claro.

En primer lugar, me sorprendió que este proceso fue hecho público un jueves, día desde el cual se aceptaban candidaturas para profesor asociado universitario. Lo increíble es que la finalización del mismo era el lunes siguiente. Dieron tres días hábiles para presentar documentación, preparar papeleo y demás, con un fin de semana por en medio para entorpecer aún más el proceso.

Otra cosa que me sorprendió fue que sólo se aceptaban postulantes que estuviesen trabajando en la actualidad y lo pudiesen acreditar. Esto llamó poderosamente mi atención. En un país con un 25% de paro, la universidad pública española oferta plazas para fomentar el pluriempleo. Esto no lo vería mal en otras circunstancias. Pero nuestra triste realidad es pesada y persistente.

Ahora bien, yo me pregunto una serie de cuestiones. ¿Quién se preocupa por la educación de los alumnos? Si tú pasas la criba para la selección de profesores en méritos como que tienen que estar empleados en la actualidad, ¿dónde queda el currículum? Siempre entrará antes una persona recién licenciada, sin experiencia pero que acaba de encontrar trabajo hace un mes sobre otra que haya ejercido durante 15 años y ahora se vea en el paro. ¿En serio? ¿Esa es la educación pública que tanto quieren defender? ¿Esos son el tipo de alumnos que queremos para el futuro de esta nación que hace aguas?

Busca un buen profesor y punto, esté en las condiciones laborales actuales en que esté. Entrevista a los postulantes, conoce su perfil, habla con ellos, busca sus motivaciones, intereses y capacidades y aptitudes y actitudes más allá de un mero concurso de méritos y zancadillas. Al menos, así lo veo yo. Trata de contratar al mejor profesor, sean cuales sean sus circunstancias, pues la educación es vital en cualquier sociedad que quiera avanzar con sentido común.

Por otra parte, una universidad pública, hasta donde mis cortas entendederas llegan, debería estar promoviendo empleo. Si nuestros gobiernos nacionales, regionales y locales luchan tanto por crear puestos de trabajo, ¿es normal que se publiquen estas ofertas para gente que ya tiene uno? ¿No sería mejor ofertarlo para otros que no lo tienen? Quizás es positivo fomentar que alguien tenga dos empleos frente a otros que no tienen ninguno. O tal vez sea yo, que estoy perdiendo un poco el norte y esta sea la forma correcta de promover esto.

El caso es que no salgo de mi asombro con todo esto de la función pública. Personalmente, estoy de acuerdo con defender todo lo público. Me gusta saber que mis impuestos sirven para algo. El problema es que no lo veo. Es más, cuanto peor está el panorama, menos observo el buen uso de ellos.

Nos ponemos como ejemplos sistemas como el de Austria, Alemania o Finlandia, pero actuamos como España Marca Registrada. Y esto me trae a la memoria un término que acuñé hace un tiempo aludiendo a Machado y su país de pandereta. Cada día me siento más viviendo en Españereta. Ojalá no fuese así, pero así lo siento. Incapaces de aprender de los que saben, de nuestros errores, de nuestra historia y del sentido común.

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